Antes de un viaje, siempre hay una maleta. Pero no todas las maletas se llenan igual.
Están las prácticas, las improvisadas, las que se hacen con prisas y las que se hacen con listas. Pero cuando el viaje promete más que un simple descanso, cuando sentimos que algo puede cambiar —aunque aún no sepamos qué—, entonces la maleta se convierte en otra cosa. Una especie de rito de paso.
Empacar para un viaje que puede marcar un antes y un después no tiene que ver con cantidad, ni con perfección. Tiene que ver con propósito. ¿Para qué viajas? ¿Qué parte de ti necesitas poner en movimiento?
Aquí es donde siempre recomiendo incluir más que ropa y neceser: un libro que te acompañe, un cuaderno en blanco, un objeto que te conecte con tu origen o con lo que quieres transformar. Incluso algo tan especial como una carta escrita antes de salir para abrirla en mitad del viaje.
Cuando preparo experiencias para clientes, siempre sugiero planificar el viaje con intención desde el inicio. Y si viajas acompañado, convierte este momento en un acto compartido.
Recuerda siempre dejar espacio. En la maleta y en ti. Porque lo importante no es todo lo que llevas… sino todo lo que estás dispuesto a traer de vuelta.
¿Listo para tu viaje transformador?
Diseñamos experiencias que merecen ser preparadas con alma
Pedir presupuesto